La mejor lección es que a la mar no hay que temerle, pero sí respetarla y cuando nos metemos en ella debemos tomar toda clase de precauciones y tener el máximo de conocimientos. De todas formas ya verás que han sido muy pocos malos ratos para alrededor de mil días de mar. Y si te contase los momentos felices sintiendo el auténtico placer de la navegación a vela, con el solo ruido del agua acariciando al casco, en total sintonía con la naturaleza y en compañía de familia y amigos todos, con el principal objetivo de pasarlo bien, podría llenar mil páginas de experiencias inigualables. Al menos para mí, pues entiendo a quienes les gustan más otras actividades y compadezco al que, gustándole la mar y la navegación, no puede porque se marea malamente: hay mareos momentáneos que, tras "largar el lastre" (vomitar en este caso), desaparecen, y esos no tienen importancia. Podría igualmente contarte un montón de anécdotas cachondas de nuestras singladuras, sin que debas olvidar que estamos hablando de navegaciones de recreo, (otra cosa muy distinta es la mar como medio de sustento). "¡Papá, papá, que yo no quiero ir a América! ¡Venga niño, no seas más tonto y sigue nadando!".
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